martes, 1 de junio de 2010

AMICITIATERAPIA, O EL DIA QUE ME REGALÉ UN LIBRO



Los atributos de Dios han sido explorados con todo esmero, pero los atributos del demonio siguen siendo pura vaguedad. Creo que he descubierto uno de ellos. Es él quien pone precio a las cosas.
-¿Dios no pone un precio a las cosas?
-No. Uno de sus atributos es la magnanimidad. El demonio en cambio es el que marca el precio, y es además un usurero. (...) ¿Tú crees que los números son un invento del demonio? No me sorprendería que el demonio inventase el Tiempo con todos los sutiles terrores que el Tiempo comporta. (...)
— Dunstan, te estás convirtiendo en un teólogo.
— Más bien en demonólogo. Con los tiempos que corren, es un terreno abonado a la especulación.
                                                 Robertson Davies. El mundo de los prodigios.
Efemérides
27 de diciembre. La Iglesia celebra a los Beatos Alfredo y José María, mártires; a Santa Fabiola, viuda; y al apóstol y evangelista San Juan —aquel de “la verdad os hará libres”—, cuyo nombre significa “Dios es Misericordioso”. Para los astrónomos es el aniversario del nacimiento de Johannes Kepler; para los biólogos, el de Louis Pasteur; los aventureros brindan por la partida de Charles Darwin en el Beagle; a los economistas modernos les sirve de recordatorio de la creación, en 1954, del siempre vilipendiado FMI; los historiadores aficionados a la caída de los países del Este anotan junto a esta fecha el principio del fin: las tropas soviéticas se meten en el avispero de  Afganistán. Algo más de un siglo antes, unos desconocidos habían atentado, en España, contra el general Prim, cambiando definitivamente el curso de nuestra historia.
Para unos cuantos aficionados a lo absurdo, entre los que, lógicamente, me encuentro, esta fecha marca el momento en que cobra sentido la vida de Dunstan Ramsay, un niño de algo más de diez años de edad que, al esquivar una bola de nieve que le arroja su compañero de juegos, Percy Boyd Stauton, acaba por precipitar el nacimiento de Paul Dempster. Dando comienzo a todo. 
O, si no es el comienzo de todo, al menos, con esta historia empieza El quinto en discordia, la primera novela que conforma la Trilogía de Deptford.
El regalo
Hace unos meses me regalé la Trilogía de Deptford, de Robertson Davies.
Hacía tiempo que no compraba libros. Problemas de espacio. Cuando, hace unos años, tuve que regalar un pequeño montón porque reestructuramos el piso, me llegó al alma. Y además, hay una ley no escrita que afirma  que, aunque un libro esté durante cien años en la estantería sin que lo toques, si un día lo regalas o lo pierdes, al siguiente lo necesitarás. Y, siguiendo esta implacable lógica, en los siguientes meses fui necesitando los libros que ya no tenía. Pero aprendí a mantenerme. Hay lo que hay, y una perspectiva inteligente es trabajar con lo que es, y no con lo que debería ser. 
Pero, al enterarme de que habían editado en un sólo tomo esta Trilogía, no pude sujetarme. Siempre queda un huequecito, me dije. Yo a veces tengo estas cosas.
Leí la primera novela de esta saga porque me la dejó un buen amigo. Miento, no me la dejó: me la recomendó y, para que no pudiera escapar de la obligación de leerla, me prestó su ejemplar. Y luego los otros dos: Mantícora y El mundo de los prodigios.
A poco que se piense, realmente para esto está las personas con la que compartimos el amor: unas veces, para enseñarnos; otras, para dejarnos aprender. Las menos para apoyarse en nosotros. 
Soy afortunado: Siendo pocas, me han dado mucho. Algunas me ofrecieron música que yo ni hubiera imaginado y que llenó horas de recogimiento; otras, la posibilidad de escribir; las más, libros increíbles que me abrieron al mundo; hubo quienes me consolaron con una mirada o un abrazo cuando lo necesité; y quienes, riéndose de mi supuesto drama, me sugirieron asumir mis limitaciones como cura de mi necedad. 
Todas me han regalado ideas extraordinarias e historias encantadoras. Y han compartido conmigo su tiempo. A todas ellas quiero agradecerles hoy su presencia en mi vida. Y mi esperanza de haber podido colaborar con ellas, aunque haya sido en poco.
Amicitiaterapia
Presiento, desde hace tiempo, que no caminamos por la senda adecuada. Faltan buenos momentos que compartir con familiares del alma y amigos entrañables. Sobran algunos libros de autoayuda; psicólogos, psiquiatras y terapeutas diversos; y un montón de pastillas agrupadas bajo epígrafes tan diversos como “ansiolíticos”, “antidepresivos” y otros similares.
Ojo, que no digo que cualquiera de estas cosas no sean, a veces, necesarias y hasta imprescindibles. Hablo sólo de cantidades y de abusos.
No debemos medir bien el espacio emocional: buscamos, demasiado cerca, o demasiado lejos, el apoyo que tradicionalmente ha estado justo al lado: en la familia y en la amistad. A veces, a los problemas que nos agobian hay que sumar otro extra: encontrar la distancia psicológica adecuada para plantearlo y resolverlo; y en quienes amamos, y entre quienes nos aman, se encuentra en ese espacio al tiempo suficientemente lejano como para desenredarnos de nosotros mismos y cercano como para ofrecernos el calor necesario.
Amicitiaterapia. Acabo de construir la palabra, y no se si es correcta, pero me da lo mismo. Significaría la curación mediante la amistad. Y me parece hermosa. Un concepto ideado no sólo para trabajarlo como palabra, sino con la vocación de ponerlo en práctica. A pesar de ser algo difícil en los tiempos que corren, plagados de compromisos, de estrés, de falta de contactos provocado por las facilidades comunicativas que aparentemente ofertan las nuevas tecnologías. 
De ahí la alusión a la Trilogía de Deptford que no deja de ser, temáticamente hablando, una hermosa historia de amistad. 
Por todo esto, para celebrarlo, hace unos meses me la regalé.
Hoy la estoy volviendo a leer y, ¿quién sabe? quizás un día se la recomiende a algún amigo y le deje mi ejemplar, para que lo lea. 
P.S. 
Entiendo que un pequeño detalle rompe un poco la armonía: esta entrada hubiera sido perfecta un día 27 de diciembre, pero hoy ¿a qué viene? No sé, quizás a que hoy cumple los años un amigo.
Aunque no es sólo eso. Volvamos por un momento a la cita de la entrada: comparto con Davies la creencia de que el demonio es el inventor del Tiempo, con todos los sutiles horrores que comporta. Así que prefiero no jugar con el futuro, y menos hacerlo con semejante ser. Para jugar, ya tengo a esa poca gente que quiero y creo que me quiere.
El demonio, también, es el que pone precio a las cosas. Así que hoy es hoy y es lo que ando intentado vivir a un precio en tiempo que creo que no me atreveré nunca a calcular; el 27 de diciembre será otro día. Ya lo celebraremos cuando llegue; en compañía, si Dios quiere.

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