viernes, 5 de marzo de 2010

RECETAS IMPROBABLES. PRIMERA APROXIMACIÓN

                                                         XXXVI. LA RECETA
              1. Búsquense seis o bien ocho amigos de confianza; han de ser gentes de 
                  buen contar, de buen comer, de buen dormir. Señálese una fecha.
               2. Cómprense los ingredientes. (...)
                                                Paco Ignacio Taibo I. Breviario de la fabada.
Me gusta comer, y cocinar, aunque aún no me maneje como quisiera ni en la mesa ni en la cocina. Y, como sucede que también me gusta leer, hace tiempo presenté a Lectura a Cocina, como amigas mías que son; y aunque a veces se discuten, como norma se llevan bien. De ahí, quizás, la idea de compartir recetas.
Mi tío Pedro, que pasó necesidades atroces en varias cárceles de la posguerra, me contaba siendo yo niño que el mejor plato era aquel que se comía con hambre, y que ninguno le había sabido mejor en la vida que la primera tortilla de patatas que se zampó cuando salió de tan magna institución. 
De adulto, la receta final de la fabada que proponía Paco Ignacio Taibo me hizo así mismo consciente de que, para comer bien, no sólo hacía falta hambre, sino también seres queridos cerca: que son preferible unas simples judías con la familia o un amigo a cualquier delikatessen deglutido a solas. Y que los amigos, puestos a elegir, han de ser gentes de buen contar, de buen comer y de buen dormir. Hay quien piensa que no; qué le vamos a hacer.
Un día me dio por pensar que una buena comida sin una buena conversación puede resultar tan insulsa como una buena conversación huérfana de una buena comida, o en su defecto, de una buena copa de vino, de una cerveza o cualquier otro aditamento. Fue descubrir esta perogrullada y entender, por ejemplo, por qué me sentí tantas veces inquieto en aquellas maravillosas clases que impartía mi admirada María Jesús. Era porque me faltaba un elemento tan fundamental como algo que echarme a la boca, el complemento corporal para el bien espiritual, porque ¿qué son el uno sin el otro, sino una misa con buen sermón pero sin comunión final, o viceversa? Pero el tiempo corre sólo en una dirección. Así que ahora toca no corregir, sino enmendarse. Compartir no sólo palabras, sino platos; o, como mínimo, esa combinación de unos y otros que son las recetas.
Hay unas cuantas para mí entrañables. Nada de alta cocina ni novedades de vanguardia: unas, platos tradicionales; otras, con alguna innovación; las hay que tienen visos de irse perdiendo y las menos de que quizás aún no se hayan encontrado. Tienen en común que forman parte de mi vida, de mi historia, de mi identidad, y ¿qué sería de mi búsqueda de mí mismo sin tenerlas en cuenta? 
Porque son mojones en mi camino, las iré recuperando y las describiré, como homenaje a todas las veces que me han nutrido, y no sólo en el sentido gastronómico del término. Y como deferencia y recuerdo a todos con los que las compartí, y a todos con los que espero compartirlas. 
Porque son de esos platos que necesitan, como ingredientes esenciales, hambre y amor.

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