miércoles, 30 de diciembre de 2009

¡FELIZ AÑO NUEVO! Viejos escritos recuperados (2)



2. FELIZ 2006
Queridas y estimados:
1. Feliz año 2006 (hasta aquí el cumplido tradicional dentro de lo que se espera, o casi). Bendiciones para todas y todos –en el sentido literal, de “bien decir”– y deseos de paz y prosperidad, esta última entendida como crecimiento y fructificación de todo aquello que plantéis y abonéis: un árbol, una relación emocional, césped, un proyecto vital, un tiesto con sabe Dios qué planta, un trabajo nuevo, un negocio, o el hecho de guardar una botella de vino para abrirla con los amigos cuando haya envejecido pero no demasiado. Y recordad: conviene ser buenos.
2. Un cuento árabe describe la historia de dos sueños. En el primero, un hombre sueña con una ciudad, una calle, una casa, un huerto, un pozo y un tesoro en su interior. Y es tan vívido el paisaje, tan nítida la imagen, que abandona su hogar y marcha en su busca. El cuento describe las alegría y sinsabores de ese hombre para encontrar esa ciudad, esa calle y esa casa. Al final, y en contra de toda lógica, las encuentra, pero dentro del pozo no existe ningún tesoro. Peor aún, allí se habían reunido unos ladrones y cuando entran los soldados a prenderlos lo encarcelan a él también creyéndolo uno de ellos.
Finalmente, cuando es interrogado por su capitán, le explica que no tienen nada que ver con tales delincuentes y le cuenta, amargamente, su sueño. El capitán lo mira compadecido y le recrimina su credulidad, aunque le confiesa que lo entiende: él también tuvo un sueño igual hace muchos años y a punto estuvo de salir en busca del tesoro que se le prometía, pero gracias a Alá –sólo Él es Misericordioso–, fue prudente, se quedó en su ciudad y ahora ha llegado a ser nada menos que capitán de la guardia. 
Así que le deja marchar, pero antes le cuenta los vívidos detalles. Y el primer hombre va reconociendo en ese paisaje que se le describe, no menos nítido que el que él soñó, su ciudad, su calle, su casa, su huerto y su pozo. Así que vuelve raudo y comprueba que allí está el preciado y anhelado tesoro. 
Una primera lectura señala que no hay que viajar demasiado para encontrar aquello que nos es más preciado. Una segunda, que vivió rico y feliz porque creyó en un sueño tanto como para arriesgarse a hacerlo realidad, aunque eso supusiera abandonar el mundo conocido y seguro. 
3. De vez en cuando reviso los mitos religiosos con que padres y educadores diversos me marcaron en los primeros años de mi vida. No por añoranza de tiempos pasados –que, además, no siempre fueron mejores, negando el refrán popular que así lo afirma–; ni por huida del presente tachado de consumista, ni por falta de perspectivas de futuro. No. Simplemente porque descubrí hace tiempo que, al tiempo que nos han enseñado a mirar las cosas de una determinada manera, nos impiden verlas desde otros ángulos. Y que aquello que parece tener una forma fija e inmutable luego resulta que está lleno de matices y que esos nuevos y diferentes significados forman ya parte de nuestros pensamientos y sentimientos incluso antes de tener conciencia de ellos –¿quién  no recuerda la primera vez que realizó ejercicios de gestalt como “ver” en un mismo dibujo a una mujer joven y una vieja? –. Y que por muy hermoso o terrible que sea un recuerdo, siempre hemos de darnos esa oportunidad de verlo de otra manera, aunque no sea más que para poderlo remitificar.
4. Cito literalmente al profesor Bellavista, en su curiosa interpretación de Mateo, 20, 1, 16: “Un padre de familia ofrece trabajo en su viña a algunos obreros. Unos llegan a la hora primera, otros a la tercera, otros a la sexta. Los últimos llegan a la hora undécima, un poco antes de que se ponga el sol. Cuando anochece, el padre de familia entrega un sueldo a cada uno de ellos, lo mismo a quienes llegaron los primeros que a quienes lo hicieron los últimos cinco minutos. ¿Qué quiere decir la parábola? Según la interpretación del padre Ferruccio, el párroco de San Joaquín, el sueldo es el Paraíso y el Paraíso es un premio que está al alcance de todos, incluso de aquellos que se arrepienten en los últimos cinco minutos. De acuerdo, pero alguien podría objetar: ¿cómo?, yo me levanto a las cinco de la mañana para ir a trabajar, tú, en cambio, llegas todo pimpante a las seis de la tarde y, luego, a la postre, ¿qué pasa? ¡Que nos dan el mismo sueldo a los dos! ¿Y eso se puede llamar justicia? Pues sí señor, contesto yo, eso es hacer Justicia: porque la verdad es que el sueldo del dueño de la viña no es más que una moneda falsa, porque el Paraíso no existe, porque la auténtica recompensa es haber trabajado en la viña del Señor. El que ama obtiene enseguida su salario porque sólo puede conocer la belleza sutil del amor y de la amistad amando. Conviene ser buenos”.
5. Conviene ser buenos. Ya lo decía yo al principio, pero ahora que resulta que es el colofón de tan docta interpretación como que cobra otro sentido ¿no?.
Quizás algunas parábolas merezcan la pena ser releídas; posiblemente de tan tergiversadas por los párrocos de nuestras respectivas iglesias, por los profesores de religión o por la simple monotonía de la obligación de escucharlas hayamos perdido alguno de esos otros sentidos. No propongo que los Evangelios sean un libro de mesita de noche, pero cada vez entiendo menos las búsquedas en textos sánscritos, en mandalas lejanos, en oráculos celtas, en cábalas místicas o en pirámides mayas, buscando explicaciones de lo cotidiano al tiempo que despreciamos lo que tenemos más a mano. 
Aunque quizás, de la misma manera que el pago por trabajar en la viña no sea el sueldo, sino el hecho de trabajarla, el tesoro no esté tanto en el pozo sino en el cúmulo de experiencias que jalonaron el viaje.
Un abrazo. Y un Feliz Año Nuevo, al final del cual, si somos lo suficientemente estúpidos, nos enfadaremos por cobrar sólo un sueldo o nos sorprenderemos si no hemos encontrado el tesoro que buscábamos. Pero si somos buenos, en el buen sentido de la palabra, como señalaba Machado, disfrutaremos que cada momento. Y espero que algunos los pasemos juntos.

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