domingo, 19 de febrero de 2012

LOS INEVITABLES FRACASOS (I) Víctima de los prejuicios

Ahora, a mi regreso al blog, he vuelto a releer algunas entradas anteriores. Me he detenido, sin tener claro por qué, en aquellas que hacían referencia a la mentira como forma de relación social y vida. Y he empezado a ver las cosas de otra manera a partir de una palabra que había olvidado: bisociación.
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A veces me pregunto si mis fracasos son inevitables. A veces, me contesto que algunos de ellos, sí. Una de las razones que he encontrado son mis prejuicios.
Soy un hombre cargado de prejuicios. Lo sé, y a menudo suelo encontrarme impotente frente a ello.
Y no me refiero a esos tan manidos y criticados que son el azote de lo políticamente correcto —machismo, xenofobia, homofobia....— sino a algo más peligroso y profundo. 
Pero vayamos por partes. Intentaré primero definir qué entiendo por prejuicio: un marco mental inconsciente y previo que nos impide solucionar un problema porque no nos deja evaluarlo correctamente. 
Bien, ya está escrito y aclarado. O eso creo yo.
Pero releo lo escrito y me doy cuenta de que, si no fuera porque lo acabo de escribir después de meditarlo, lo encontraría incomprensible. Así que intentaré ir poco a poco.
Descubrí el significado profundo de este concepto intentando hacer un ejercicio en un libro de Watzlawick, Weakland y Fisch (al final del post dejo la referencia bibliográfica). 
Todo empieza en la página 43, con una cita de Koestler, que introduce en una de sus obras el concepto de bisociación, al que define como “el hecho de percibir una situación o una idea en dos sistemas de referencia, consistentes en sí mismos, pero habitualmente incompatibles” (desde esta nueva perspectiva lo correcto sería afirmar que soy una persona víctima de sus bisociaciones, y no de sus prejuicios).
Vuelvo a leer lo escrito. Me parece que, en vez de aclararlo, lo estoy liando todavía más. Así que mejor utilizaré el ejemplo visual de Watzlawick y colegas, que eran más espabilados que yo para explicar las cosas.
Proponen el siguiente ejercicio: Debes conectar los nueve puntos de la figura mediante cuatro líneas rectas sin levantar el lápiz del papel. Si te apetece, copia los nueve puntos en un papel, toma un lápiz, y adelante. E inténtalo unas cuantas veces, no te conformes con una.

(continuará)

Texto citado y recomendado: Watzlawick, Paul y otros (1974).— Cambio. Barcelona: Editorial Herder, 1985, 4ª edición.

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