miércoles, 13 de enero de 2010

SENCILLEZ

                                                                     Para escuchar: Beethoven, Séptima Sinfonía, 2º movimiento.


Pocas cosas hay tan sencillas. El comienzo de la partitura asombra: Clave de Fa, compás de 2 por 4; la nota La se repite diez veces en negras y corcheas. La partitura es sencillamente sencilla. Aparentemente, podría haberla escrito un niño.





Cuando se oye, en cambio, la profundidad nos embarga. Las variaciones se van sucediendo y las ondas sonoras acariciando los centros del placer del cerebro. Es fácil apretar el mando a distancia para oírla de nuevo.Y cuando, pasado un tiempo volvemos a escucharla, lo hacemos previendo ya la emoción ; nos sentamos, nos relajamos, y volvemos a empezar, y entendemos el mito del eterno retorno.
Es una sensación similar a cuando, de niños, nos contaban un cuento una y otra vez, hasta que nos sabíamos no ya el cuento, sino las palabras con que nos lo contaban, y nos enfadábamos o corregíamos a nuestro padre si alteraba algo significativo, o se saltaba una frase. 
Y no, nunca nos cansábamos de oírlo. Y esperamos a tener hijos para podérselo contar y nos sentíamos felices cuando nos corregían si alterábamos algún momento significativo.
He releído mis entradas previas. No son sencillas. Lo siento. 
Procuraré enmendarme, aunque no sé si lo conseguiré.

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