sábado, 13 de abril de 2013

Cartas a mis hermanos. Introducción


Recibí vuestra petición y le prometí a Pablo que le enviaría un resumen de mis recuerdos sobre los abuelos para que, unidos a los suyos, pudieran ser útiles para recuperar o conocer algo más de nuestra historia común. Pero las cosas se han complicado un poco. De un lado, Pablo está construyendo un árbol genealógico lo más completo posible; de otro, cuando he intentado empezar a escribir me he dado cuenta de que, si sacaba a los personajes de su contexto, las historias no sólo eran irrelevantes, sino que falseaban la realidad. 
Después de escribir cuatro anécdotas y volverlas a leer con otros ojos no las reconocía. Faltaban las calles, los árboles, el sol de justicia, la nieve, las maledicencias de los corros de vecinas, las miradas confusas, la flexibilidad de la suela de la zapatilla de madre, los celos, el amor... los detalles. Así que he cerrado página para abrir otra. Quiero contaros lo que quiero contarme, recordar lo que necesito recordar. Tardaré más, me haré quizás más pesado. Me importa un rábano; quiero perderme en los detalles.
Pablo nos cuenta, en su último email, que no lleva prisa; yo tampoco. 
Anoche, en medio de un sueño, me desperté y recordé este blog privado, casi sólo para nosotros, que tuvo en su momento su función y en el que después, cuando hubo cumplido su cometido, dejé de escribir. Y pensé que era de nuevo otro momento. 
Porque, si en un principio me había costado cierto esfuerzo recuperar unos cuantos recuerdos, anoche, casi de madrugada —quizás por ese poder que aún tiene sobre mí la oscuridad— se me agolparon las imágenes de mi infancia, y todas iban encajando como piezas de un rompecabezas que, cada una por sí sola no significa nada pero que, vistas en conjunto una vez ordenadas, forman un paisaje con un castillo, una caballo que corre, un barco en medio de una tormenta o la reproducción de un cuadro de Brueghel.
Paradójicamente ahora, que es de día, las ideas no son tan diáfanas como en plena oscuridad, en ese intervalo entre dos sueños en que la fantasía nos engaña mientras luchamos por liberarnos de la tozuda realidad de una pesadilla.
Intentaré escribir lo que recuerdo, sabiendo que a veces nos mentimos a nosotros mismos. Lo haré como he aprendido a hacerlo: como terapia.



3 comentarios:

  1. La verdad, ¿que es la verdad? una interpretación de unos hechos acaecidos en cierto momento. Cada uno solo puede contar su verdad e intentar contrastarla no la hace más cierta. En tal caso un poco mas convincente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Carlos, no me seas filósofo. La verdad existe. Que sea distinta para cada uno no importa demasiado, sobre todo porque incluso para cada uno cambia en función de la información, del momento o del estado de ánimo. Que nos engañemos continuamente no es más que un accidente accesorio. Si no tenemos nuestras verdades, ¿que nos queda? (y no leas a Machado, que te enredará)

      Eliminar
  2. ¿como se te puede ocurrir que lea a Machado? si no he sido capaz de acabar el libro de Don Camilo. ja, ja, ja.
    Leo tus blog y tranquilito. que la vista sufre.

    ResponderEliminar