viernes, 1 de abril de 2011

GRITAR EN SILENCIO, HABLAR CON NADIE

La ciudad es dura y educada al mismo tiempo. Respeta tu diferencia y tu intimidad por el expeditivo método de ignorarte. En las Ramblas de Barcelona, allá por los ochenta, vi en más de una ocasión a personas —algunos llegaron a ser famosos personajes urbanos, como el conocido sheriff, un adulto disfrazado de vaquero y armado con un revólver de juguete— hablando solos en voz alta, haciendo proclamas, discursos, alegatos. No pedían más que atención, un poco de atención.
Algunos turistas se reían vergonzosamente; algunos imbéciles los insultaban.  Los demás pasábamos ligeros a su lado procurando ni siquiera mirarlos, o sonriendo condescendientemente por lo que decían, o sintiendo lástima, o miedo de acabar también así, porque nadie sabe nunca lo que le deparará el futuro.
Alguna vez sentí más curiosidad de la debida y me planteé detenerme y preguntarles sobre su vida. Pero, de un lado la vergüenza a exponerme así en público, y de otro el miedo a su respuesta, me hicieron inhibirme siempre.
Ahora, a veces, veo a gente hablando por un móvil mientras camina y tengo la sensación de que quizás al otro lado no haya nadie, de que ni siquiera haya “otro lado”. De que son la versión edulcorada y light de aquellos personajes y que la simulación de conversaciones forman parte de una coartada para esconder la soledad que los atenaza.
Pero, a diferencia de entonces, ahora ellos ya no se manifiestan con tanta sinceridad y, ¿por qué no reconocerlo? yo ya no siento ninguna curiosidad por saber quiénes son o qué piensan. Y no sé si es bueno o malo, si el cambio ha sido para mejor o para peor. 
Me pregunto si no estaré, como aquellos curiosos seres de las Ramblas, cada vez rodeado de más gente, y más solo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario